viernes, diciembre 15, 2006

Fin de partida

Hasta hace unos días, y conmemorando el centenario de Samuel Beckett, se pudo ver en el Teatro de la Estación la última producción de la compañía Teatro del Temple, una de las obras más afamadas de éste padre del llamado teatro del absurdo: "Fin de partida".


Tras un cataclismo mundial, Hamm (Ricardo Joven) y Clov (José Luis Esteban), últimos supervivientes de la especie humana, se encuentran recluidos en un refugio. Hamm ejerce de amo, pese a estar paralítico y ciego, y Clov parece asumir su condición de esclavo y siervo aunque con un cierto grado de rebeldía. Condenados a esa espera inútil donde nada se puede hacer que no sea lanzar gestos huecos y palabras vanas mientras a su lado agonizan el padre y la madre de Hamm metidos en un contenedor.

Un espacio gris asfáltico, sólo conectado con el mundo exterior por un ventanal. El metal es el elemento dominante, símbolo de una sociedad altamente tecnificada, pero sumida ya en el desastre medioambiental. El espacio sonoro, la luz y el uso puntual de imagenes audiovisuales, sirven para acabar de componer este fresco entre patético e irónico de un posible punto final para la especie humana.


Impregnada toda la obra con el sarcástico horror, la maravillosa ternura y el sorprendente humor de Samuel Beckett nos encontramos ante una de sus obras cumbres que nos desvela que su obra sigue plenamente viva y actual; y que sus metáforas escénicas, trazadas siempre con economía de medios y de palabras, nos deslumbran con su clarividencia para mostrar la esencia del ser humano.

Teatro del Temple afronta el montaje de este clásico contemporáneo, como en casi todo lo que hace, profundamente respetuoso con el espíritu de la letra, pero dando una vuelta de tuerca más a su imaginario hasta hacer de la obra algo todavía más cercano y reconocible al espectador, desvelando su gran sentido cómico, a veces apartado del espectáculo por su contenido existencial.

Humor negro, melancolía y ternura para caracterizar a los personajes. Ellos son el elemento central de esta metáfora nítida y rigurosamente contemporánea de la condición humana.


3 comentarios:

Ireth dijo...

Fue ésta una obra que se sale un poco de la "norma" y que a mí me convenció, pese al recorte de personajes, por ejemplo.

Encerraba un mensaje crudo de muerte, destrucción, la pérdida de la esperanza (y dicen que la esperanza es lo último que se pierde...), soledad, monotonía y repetición.

Seres abúlicos y mecánicos que repiten lo mismo día tras día, y que apenas pueden soportarse pero que tampoco pueden vivir el uno sin el otro: un niño que no debió llegar al ciego pues así hubieran muerto hace tiempo ambos.

Estoy de acuerdo contigo Elros. Lo único destacar la gran interpretación de los dos actores, en especial de Ricardo Joven. Magníficos.

Anónimo dijo...

El Amo y el Esclavo de Hegel, quizá, encerrados en su dialéctica sin salida... y combinados quizá con Frollo y Quasimodo si hubiesen puesto piso juntos, tras la muerte de Esmeralda. O, si no, ¿de dónde sacaría Beckett sus ideas? ¿De observar viejas parejas gays?

Anónimo dijo...

Sencillamente, infumable.