miércoles, febrero 28, 2007

Adiós, hermano cruel

Un ballet excelente el que se pudo apreciar ayer en el Teatro Principal de Zaragoza y, por desgracia, irrepetible, porque ésta es la última vez que veremos a Julio Bocca sobre un escenario aragonés. Con Adiós, hermano cruel, Bocca se despide de la danza.


Con el sublime Julio Bocca, el Ballet Argentino representó una historia de "un amor prohibido" y "una pasión incontrolable" como podemos leer en el panfleto. Para poner brevemente al corriente del asunto:

"Al reencontrarse Marco (Julio Bocca) y Lucía (Cecilia Figaredo), tras diez años de separación, descubren que el profundo cariño que se tenían en la infancia y que compartían durante sus juegos con Franco (Lucas Oliva) y Pedro (Lucas Segovia) se ha convertido en un verdadero y tormentoso amor".

Como veis, el planteamiento es típico de narraciones de tipo folclórico podría decirse. Pero a ella Hay que añadir un dato decisivo y que nos lleva a valorar en justos términos la trama: el incesto. Lucía y Mario son hermanos. Los otros dos que refuerzan el dramatismo de la situación, además de amigos, simbolizan el poder político y la religión: Franco es hijo del Dux y señor de la comarca y Pedro hijo de la nana Lucía y miembro de la Iglesia. Lucía, el objeto del deseo de los tres.

El ballet es una versión libre en dos actos de la película homónima (1972, Giuseppe Patroni) y está basada en el drama isabelino Pitty she is a whore de John Ford (1633). De ahí que podamos rastrear ciertos elementos folclóricos y del teatro de la época.

Es fundamental el número cuatro: si nos fijamos detenidamente en numerosas ocasiones son 4 las personas que componen una coreografía o rodean a los personajes. Sea como fuere, 4 son los protagonistas (si bien, los dos claros son Mario y Lucía). En un acierto dramático y de representación la infancia de los jóvenes se mezcla con su edad adulta, lo que concede un gran lirismo e intensidad a la escena, magistral. Vemos cómo los 4 están predestinados: a Franco se le da la espada, a Pedro una cadena (o rosario supongo), a Lucía una rosa (el rojo, la pasión, la sangre, la belleza) y a Mario un libro. Ay, ¿y qué le pasa a los que leen tanto? Malo, ya podemos presagiar algo nefasto y más con los antecentes que vislumbramos en el acercamiento "inocente" de la joven pareja. Los personajes que leen suelen ser melancólicos, complejos en su fuero interno y psicológicamente (pensemos en el caso paródico y exacerbado de don Quijote al que de tanto leer se le secó el cerebro).

Sólo reseñó también ese juego de los colores en la pareja: el continuo rojo y negro: el amor y la muerte unidos. Desde el comienzo sabemos qué va a suceder, hay señales que nos indican el trágico fin, pero eso no impide que estemos en vilo en nuestras butacas.

Como ya he dicho, magistral y excepcional. El mejor ballet que he visto con creces (pero claro, sólo he visto 3). Aquí os dejo el enlace de la web dedicada a la obra y un vídeo que, pese a su escasa calidad, incluyo por ser un ensayo de la coreografía:




Adiós, Julio.

jueves, febrero 22, 2007

Retazos semanales

Todavía no sé si esto será una sección habitual, pero sea lo que fuere, este post no es otra cosa que una serie de destellos o datos curiosos que han llegado a mí durante esta semana por diferentes vías y personas, y me han llamado la atención. Aquí van algunos pequeños flashes:



-Venezuela, o la pequeña Venecia: este país americano recibió este nombre por ser considerada por los españoles que llegaron a América la ‘pequeña Venecia’, dado que la construcción de las casas en palafitos se asemejaba a la veneciana.

Y, buscando una foto, descubro que puede que esto no sea así:



"La versión más reciclada, e inflada por los medios de comunicación social y otros medios de dominio cultural, es la que refiere el nombre de Venezuela a una sugerencia del navegante florentino Américo Vespucio a partir de un diminutivo de la ciudad italiana de Venezia. Vespucio se habría inspirado en la visión de los palafitos aborígenes en las costas de Maracaibo, que avistó junto con Alonso Hojeda y Juan De La Cosa en agosto de 1499, un año después de que Cristóbal Colón tocó el extremo opuesto, el oriental, de nuestro territorio (...)Hay una versión del origen del nombre de nuestro país que tiene fundamentos más históricos, mejor documentados, y que no son un invento o una elucubración. Esta versión atribuye al nombre de Venezuela un origen autóctono que los españoles se apresuraron a reproducir: Veneçiuela". Ramón Hernández Villoria





En fin, da igual.




Menéndez Pidal y el teatro y el cine: el teatro español es como un cinedrama por los cambios tremendos de lugar y de tiempo. (Los románticos volvieron la vista al teatro del Siglo de Oro por su "ruptura" con las tres unidades aristotélicas que no eran tal, algo que no sucedió otros países europeos donde reinterpretaron estas leyes).

Encuentro ahora una entrevista realiza a Pidal en la revista Radiocinema en 1954, respondiendo a algunas preguntas como estas:


"A la pregunta si el cine es un arte contesta:

-Sí, es un arte, cuyo origen es el teatro; por esto lo es, aunque sus campos estén bien definidos y el cine tenga más acción. Ambos, el cine y el teatro, tienden a invadirse mutuamente, copiando lo mejor del uno del otro, aunque sus características están perfectamente delimitadas.

La siguiente pregunta relaciona al cine con la literatura, insistiendo en si lo es tanto como el teatro; y la respuesta:

-Sí, es literatura de contorno más reducido, puesto que en el cine no caben los grandes diálogos, sino el dinamismo de la acción; es, por esto último, que llamo cinedramas a algunas obras de Lope de Vega. El cine y el teatro son ríos que nacen de la misma fuente, pero que llevan cursos distintos.

La afición mayor que el público siente por el cine sobre el teatro se debe a que la percepción visual es más sencilla que la auditiva; es evidente que la respuesta pierde sentido si la comparación se establece entre cine sonoro y teatro representado".



Riffaterre y la intertextualidad: hay intertextualidad allí donde el lector la detecta.

Nada, que todo está en Internet (o, casi todo):

"Según el autor, los textos literarios no se agotan en la denotación, sino que su intención de representación apunta a lo que no está dado, a un amplio universo de interrelaciones que carece de sentido sin un lector. Por tanto, considera la intertextualidad no tanto como producción sino como recepción:

"Un phénomène qui oriente la lecture du texte, qui en gouverne éventuellement l'interprétation, et qui est le contraire de la lecture linéaire" (‘Un fenómeno que orienta la lectura del texto, que gobierna eventualmente la interpretación y que es lo contrario de la lectura lineal’).

Sin embargo, el margen de acción del lector está limitado:
"Text leaves little leeway to readers and controls closely the response" (‘El texto deja a los lectores un pequeño margen y controla estrechamente la respuesta’)".


Me gusta esta idea en la que se da una libertad "absoluta" al lector, libre de establecer las relaciones que ve o cree ver y, que en cualquier caso, le enriquecen a él, ya sea verdad o coherente lo que proponga.



Sé que todo es un poco caótico, pero el último retazo lo dejo a un vídeo que ha llegado a mí y que la casualidad ha querido que, bajo el título de "Curiosidades" incluya imágenes de la obra escultórica de Ron Mueck que conocí por Fer, y pintura sobre el asfalto que desafía la percepción óptica, que recebí hace tiempo vía mail.

Espero que estos destellos o breves reflexiones os resulten, cuando menos, interesantes.
Y, esta semana, no puedo concluir de otra manera que volviendo a Venecia y su belleza, recordando aquello de:

"un arcángel o sauce o cisne o corcel de llama..."






lunes, febrero 12, 2007

Calisto, historia de un personaje


El Teatro del Mercado apostó la semana pasada por Calisto, Historia de un Personaje, para que fuera representada en sus tablas. La obra, que ya cuenta con algunos años de carretera y manta ha conseguido premios como el Premio a la Mejor Interpretación Masculina del II Certamen Nacional de Teatro "Garnacha de Rioja" (1999) o el Premio del público al Mejor Espectáculo del Festival Internacional de Teatro de Ribadavia (2001).

Toda la representación corre a cargo de Álvaro Lavín, que llena con creces el escenario. La escenografía es austera y emana vejez, decadencia. La dirección corre a cargo de Miguel Seabra y el texto es de Julio Salvatierra. Hay que decir que Lavín realiza un gran trabajo y se hace con el público desde el principio, modula la voz, cambia de registros y personaje. Pero así como el trabajo del actor es destacable, el texto, a pesar de su originalidad, no acaba de convencerme.


Cuando leemos Calisto, creo que todos pensamos inmediatamente en el ya inmortal personaje de La Celestina. Y acertamos: el amante o la parodia del amante cortés. La obra pone en escena la historia de la representación de La Celestina en diferentes países desde su nacimiento con diversos juegos como la mención de un exitoso galán con las mujeres que no es otro que Guillermito Shakespeare. Lo rompedor es que la historia nos llega de boca de Calisto-personaje.


Calisto, como personaje que es, mantiene una conversación con el actor que va a representarle en ese momento. Esto es lo que llena de riqueza el discurso. Calisto habla de la grandeza de los personajes que trascienden la obra y se convierten en universales. En este juego personaje-actor-público se basan los cambios de voz de Lavín que, en su rol principal de Calisto, es una fusión del Nosferatu de Murnau y Gollum con voz de Francisco Rabal, por muy difícil que parezca imaginarlo.


Ese Calisto decadente y viejo, nos da una de las mayores enseñanzas de la literatura: hay que llegar a la esencia de los personajes.


Este tipo de diálogos entre personajes de ficción y seres "reales" siempre resultan rompedores, pero no son nada absolutamente nuevo. Siempre recuerdo los pasajes de esa gran obra de Unamuno, Niebla, en los que el personaje se rebela contra su propio autor, la ficción pretende superar a la realidad y, la verdad es que creo que algo se muere y nace en el autor cada vez que entierra a un ser salido de su pluma. Aquí va un pasaje de esa nivola en que dialogan don Miguel y Augusto, el problema se plantea también en términos metafísicos:



––¡Y tú no estás vivo!

––¿Cómo que no estoy vivo?, ¿es que me he muerto? ––y empezó, sin darse clara cuenta de lo que hacía, a palparse a sí mismo.

––¡No, hombre, no! ––le repliqué––. Te dije antes que no estabas ni despierto ni dormido, y ahora te digo que no estás ni muerto ni vivo.

––¡Acabe usted de explicarse de una vez, por Dios!, ¡acabe de explicarse! ––me suplicó consternado––, porque son tales las cosas que estoy viendo y oyendo esta tarde, que temo volverme loco.

––Pues bien; la verdad es, querido Augusto ––le dije con la más dulce de mis voces––, que no puedes matarte porque no estás vivo, y que no estás vivo, ni tampoco muerto, porque no existes...

––¿Cómo que no existo? ––––exclamó.

––No, no existes más que como ente de ficción; no eres, pobre Augusto, más que un producto de mi fantasía y de las de aquellos de mis lectores que lean el relato que de tus fingidas venturas y malandanzas he escrito yo; tú no eres más que un personaje de novela, o de nivola, o como quieras llamarle. Ya sabes, pues, tu secreto.Al oír esto quedóse el pobre hombre mirándome un rato con una de esas miradas perforadoras que parecen atravesar la mira a ir más allá, miró luego un momento a mi retrato al óleo que preside a mis libros, le volvió el color y el aliento, fue recobrándose, se hizo dueño de sí, apoyó los codos en mi camilla, a que estaba arrimado frente a mí y, la cara en las palmas de las manos y mirándome con una sonrisa en los ojos, me dijo lentamente:

––Mire usted bien, don Miguel... no sea que esté usted equivocado y que ocurra precisamente todo lo contrario de lo que usted se cree y me dice.

––Y ¿qué es lo contrario? ––le pregunté alarmado de verle recobrar vida propia.

––No sea, mi querido don Miguel ––añadió––, que sea usted y no yo el ente de ficción, el que no existe en realidad, ni vivo, ni muerto... No sea que usted no pase de ser un pretexto para que mi historia llegue al mundo...

––¡Eso más faltaba! ––exclamé algo molesto.

––No se exalte usted así, señor de Unamuno ––me replicó––, tenga calma. Usted ha manifestado dudas sobre mi existencia...

––Dudas no ––le interrumpí––; certeza absoluta de que tú no existes fuera de mi producción novelesca.

––Bueno, pues no se incomode tanto si yo a mi vez dudo de la existencia de usted y no de la mía propia. Vamos a cuentas: ¿no ha sido usted el que no una sino varias veces ha dicho que don Quijote y Sancho son no ya tan reales, sino más reales que Cervantes?

––No puedo negarlo, pero mi sentido al decir eso era...

––Bueno, dejémonos de esos sentires y vamos a otra cosa. Cuando un hombre dormido a inerte en la cama sueña algo, ¿qué es lo que más existe, él como conciencia que sueña, o su sueño?

––¿Y si sueña que existe él mismo, el soñador? ––le repliqué a mi vez.


"¿No ha sido usted el que no una sino varias veces ha dicho que don Quijote y Sancho son no ya tan reales, sino más reales que Cervantes?" Esta reflexión me lleva a enlazar con algo que salió en clase el otro día: hay personajes tan manidos y conocidos que se pasan al plano de la realidad sin apenas darnos cuenta, lo que provoca que, a veces, lleguemos a plantearnos si determinado personaje es realidad o ficción (aunque a veces se dan las dos cosas): ¿qué hay de Robin Hood?, ¿y del Cid?, ¿existió el rey Arturo y sus caballeros? A veces la frontera no está clara.


O, puede pasar algo todavía más curioso, que se confunda al autor con su personaje, así por ejemplo ocurre en las representaciones pictóricas de Cervantes y Don Quijote, son similares. Podéis contemplar la semejanza entre la muerte de Don Quijote y la de Cervantes, por ejemplo.






Os invito a reflexionar sobre el tema, dar vuestra opinión y aportar nuevos ejemplos sobre este tema.

miércoles, febrero 07, 2007

Yo no soy un Andy Warhol


El pop-art, la música, la imagen, la innovación escénica, y sobre todo la locura, llegaron al Teatro Principal durante la última semana de enero de la mano de la última coproducción del CDA y el Teatro del Temple: "Yo no soy un Andy Warhol".




Con un espectáculo que empieza y termina en la misma puerta de entrada al teatro, algunos de los actores más relevantes del panorama escénico aragonés actual (Cristina Yáñez, Francisco Fraguas, José Luis Esteban, y cómo no... Santiago Meléndez) nos adentran en la trayectoria vital y artística de uno de los iconos del siglo pasado: Andy Warhol.

A través de incesantes apariciones de personas relacionadas con su vida (desde su madre al mismísimo Salvador Dalí) se crea una fiesta continua sobre un escenario multifuncional que proyecta sobre el espectador el halo de su genio creador, la visión de sus vicios y debilidades, e incluso su pasión y desprecio para con la vida.




En una obra en la que todo el mundo es Andy y al segundo ya no lo es para pasar a adoptar cualquier otra identidad y personalidad diferente, nada es predecible y todo es sorpresivo.
Con un juego constante con el público, que recibe al elenco en el hall del teatro ambientado musicalmente para la ocasión, que canta, corea, y aplaude las diversas actuaciones ejecutadas al amparo de la música de la inmortal Velver Underground de Lou Reed, se llega a crear en algunos momentos un ambiente festivo más propio de un concierto, y que hace de la obra un "algo" hasta ahora desconocido en las tablas de nuestro teatro municipal.




A mí personalmente la apuesta me convenció, divirtió, y me sorprendió gratamente; aun yendo con serios prejuicios previos con respecto a la lo que me iba a encontrar...



Pd: Que sí Ireth... Hala, venga... que como te la perdiste te pongo la foto solicitada!... Estas mujeres es que ven un actor medio agraciado y ya se obnubilan por nada... ;-P